Aterrizaje en Hong Kong

Vaya semanita de sobresaltos!
Todo empieza en Doha (Qatar) con la perdida del vuelo que me llevaría a
Hong Kong. Fallo mío por ponerme a la cola de pasajeros en tránsito y no
pelearlo para apurar el embarque, cuando llegó mi turno el avión ya había
salido y era el único pasajero en tierra del vuelo de Madrid.
Veinticuatro horas de espera sin salir del aeropuerto dormitando de sillón
en sillón y acudiendo a la oficina de la compañía aérea cada 6 horas para
recoger el correspondiente vale comida. Me recordó las colas de la cocina
económica de Santiago, donde por cierto los miércoles ponen unos callos
cojonudos. Como indigente temporal tuve la oportunidad de conocer el
aeropuerto al dedillo con todas las triquiñuelas necesarias para hacer la
estancia lo más placentera posible dentro de las estrecheces a que me
obligó la situación.

En el aeropuerto de Hong Kong me espera Justine que me acompaña a la celda
pensión de 4 metros cuadrados en un bloque de 16 pisos con 12 mini
apartamentos por planta.
Hong Kong con una extensión aproximada a la península do Morrazo tiene una
población de 8 millones de habitantes que viven en minúsculos apartamentos
jaula. Con semejante densidad de población es normal que la ciudad crezca
para arriba y los edificios se suceden uno tras otro.
La calle es un hervidero de gente y a la hora de la salida del trabajo
todo es esquivar peatones, regatear cochecitos de bebes o seguir
pacientemente la estela de otros peatones.
Los hongkoneses trabajan como chinos (lo son) una media de 10 horas
diarias y 6 días a la semana pero con el consuelo de saber que tienen una
semana de vacaciones al año. Con tan poco tiempo libre y ningún sitio a
donde ir, vuelcan sus energías en el poco tiempo libre que les queda en
comprar, son unos consumistas patológicos y en las tiendas de marcas de
renombre hay colas esperando para entrar; Prada (del bierzo?), Dolce Cabada (debe ser
galego?, por el apellido), etc. Un guarda a la puerta va dando entrada
según van saliendo otros clientes.
El transporte es barato y muy bueno, el metro es de lo mejor que he visto
y en el uso de tecnologías son unos expertos, aquí el que no corre vuela
en un simulador informático.
Todo es prisa, restaurantes y puestos callejeros de comida por todas
partes, tiendas y más tiendas, neón, publicidad, anuncios por todas
partes,….siento que el garito donde vivo está situado en alguna de las
plantas del Corte Inglés.
El día siguiente a mi llegada empiezo la jornada solicitando el visado en
el consulado de Birmania, me piden que les demuestre documentalmente que
soy profesor (me pregunto si no les vale con la pinta), menos mal que una
semana antes me había hecho el carnet y solucioné al momento. Me
sorprendió que me dijeran que en 5 horas podía venir a buscarlo, la última
vez en Vientiam habían sido 3 días. Aún así, hay un detalle en la
solicitud del visado que me llama la atención, debo firmar un apartado
donde se me advierte de que queda prohibida toda interferencia en los
asuntos de política interna del país y aquellos que así lo hiciesen están
sujetos a lo que dispongan las leyes al respecto.


Desde el consulado, maqueado y disfrazado de investigador me voy a visitar
a la jefa del departamento de español de la universidad de Hong Kong.
El departamento de lenguas extranjeras está en el 6º piso de un edificio
situado en lo alto de una colina. Rocio, una mujer enérgica y resuelta
propone almorzar en el comedor de profesores en la última planta desde
donde se divisa la ciudad a nuestros pies, la bahía, el puerto, los
puentes que unen la isla con Kowloon (la península), los viejos edificios
desconchados parapetados tras el resplandor de los rascacielos de corte
manhataniano, ……….
Me cuenta que lleva aquí desde el 92, año en el que impartió un curso de
iniciación al español y como progresivamente fue aumentando el número de
alumnos hasta convertirse en una filología, saliendo la primera promoción
el año pasado. La conversación continua entre nostalgias, comparaciones
con España, temas familiares,…. Pero a mi cada vez me cuesta más seguirla
porque me esta dando una bajada brutal como consecuencia del Jet lag. Le
agradezco su colaboración y sabios consejos sobre el trabajo de campo que
habíamos previsto y que por fortuna lo paramos a tiempo ante la infinidad
de trabas administrativas que hubiéramos tenido que sortear. Propongo dar
por terminada la sobremesa porque el sueño me está matando y me cuesta
seguir la conversación, a lo que acepta y creo que gustosamente porque
aquello ya no daba para más.
Recojo el visado, me pierdo por la ciudad, cruzo la bahía para contemplar
la tan manida imagen de los rascacielos al atardecer, es la típica y
archiconocida postal de Hong Kong. Los turistas invaden el paseo marítimo
y las maquinas de fotos no paran, son chinos y muy típicos turistas. Yo
sin la cámara y lo peor de todo es que me da igual. Con la noche los
edificios se visten de neón y la ciudad parece más Hong Kong que nunca.
Agotado y morriñento por tener un techo donde cobijarme, enfilo para la
habitación-nicho, antes de subir, me como unos nodles fritos con pollo en
un puesto callejero al lado del portal de la pensión. Vivo en la quinta
planta aunque antes paso por la planta 7 para preguntar si los de la
aerolínea han traido mi mochila, así es, me lo confirma Jacky Chang que es
como se llama el dueño, un chaval joven que no se separa del ordenata en
ningún momento, que no es amable pero tampoco ingrato pero si muy
eficiente. Le pregunto si me puede reservar habitación en Macao y me dice
que ellos no tienen la posibilidad de hacerlo, pero que debo reservar lo
antes posible ya que es temporada alta y puedo tener dificultades para
encontrar habitación.
Como no podía ser de otra manera, la habitación tiene tv y viendo uno de
los dos canales en inglés de la TV de Hong Kong me quedo anestesiado
durante 12 horas que pasan en un abrir y cerrar de ojos (nunca mejor
dicho).
En vista del panorama presentado por Jacky Chan, recojo mi escaso
equipaje y me dirijo a la estación de ferry, bien organizada y super
moderna hasta el punto de que las escaleras mecánicas llegan hasta el
mismo barco . La travesía no dura más de una hora y la salida del puerto
es espectacular, rascacielos a una orilla y otra, barcos que van y vienen,
el hidrofoil despega con cada pasajero en su asiento asignado y el
cinturón de seguridad obligatoriamente cerrado, en menos de una hora
estamos en Macao.

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1 Response to "Aterrizaje en Hong Kong"

  1. AnToxo says:
    29 de diciembre de 2009, 12:16

    me encanto tu relato y engancha desde la primera linea, si no hay nada de ficción, es porque la realidad la supera......

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